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Ciudad de Dios

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“¿Cómo se puede tener orden en un estado sin religión? La religión es un formidable medio para tener quieta a la gente”.  Napoleón Bonaparte

Monterrey, la sultana del norte, una de las ciudades más importantes del país, con un desarrollo económico conurbado impresionante, no sólo se ha destacado por ello, ha tenido alcaldes controversiales como Adalberto Madero, para muchos uno de los alcaldes más ineptos que ha tenido dicha ciudad, o Fernando Larrazabal, conocido por el caso famoso de su hermano, que aparece en videos recibiendo grandes sumas de dinero por parte de casinos a los que (según él) vendía quesos.

La alcaldesa actual, Margarita Alicia Arellanes Cervantes, no es la excepción, pues el sábado pasado en acto público llamado “Monterrey Ora”, entregó a Jesucristo (Dios) la ciudad, cuestión que está siendo foco de noticia en el país, situación que es polémica por diversas razones.

En siglos pasados, la Iglesia jugaba un papel importante en la política nacional, siendo el verdadero centro de poder, y es hasta la Constitución de 1857, con la presidencia de Ignacio Comonfort, que México se proclama un Estado laico, respetando garantías individuales, entre ellas, el respeto a la libertad religiosa y el culto, la diversidad de creencias en sí, pero también puntualizando la separación entre la Iglesia y el Estado.

Desde ese precedente, se ha cuidado constitucionalmente la separación de la religión en los asuntos políticos, siendo el principal referente el artículo 130 de nuestra Carta Magna, el cual establece lo siguiente: a) la separación del Estado y la Iglesia, b) la personalidad jurídica de las asociaciones religiosas y el registro de las mismas en el Gobierno, c) la independencia de las asociaciones religiosas, d) la libertad de culto, e) la prohibición de ejercer cargos públicos por parte de los ministros de culto, más podrán votar, f) la prohibición a los ministros de cultos de asociarse con fines políticos ni realizar proselitismo, así como la formación de cualquier agrupación política, entre otras cosas.

Asimismo, el 30 de noviembre del 2012, salió publicada en el Diario Oficial de la Federación la reforma al artículo 40 constitucional, al cual se le agrega la palabra “laica”, quedando: “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica, federal…” Fortaleciendo los principios ya expuestos desde 1857.

Por lo anterior, la alcaldesa regiomontana ha sido fuertemente criticada, de cierta manera, entregarle la ciudad a Dios atenta directamente contra lo que se protege desde los principios constitucionales e históricos. Ella se defiende diciendo que su opinión fue meramente personal, lo cual es válido.

Sin duda alguna,  que cualquier persona puede creer en lo que le plazca y manifestar lo que guste, es un derecho fundamental, más no se le debe olvidar a un gobernante, mucho menos a un alcalde, dos cosas: la primera, en los actos públicos se presentan como servidores públicos y lo que digan lo hacen con tal carácter, independientemente de su ideología personal; y  la segunda, una persona como representante de la gente no tiene el derecho ni la facultad para entregar una ciudad a alguien o alguna religión, porque la ciudad no es y nunca será suya, la ciudad es del pueblo.

RECOMENDACIÓN SEMANAL: Había ojeado la Biblia,  pero gracias a la recomendación de un amigo, leí el libro del antiguo testamento llamado “Sabiduría”, una serie de enseñanzas y principios humanistas muy interesantes.

Twitter: @arnhuerta


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